La melancolía como testamento
- Roberto Atacama
- 14 sept 2019
- 5 Min. de lectura
De los samples de My Beautiful Dark Twisted Fantasy a la existencia entera de Lana del Rey y el éxito de Norman Fucking Rocwell!, la música contemporánea experimenta una melancolía por el siglo pasado que es creciente.

A veces los 70, y los 90s, pero los colores, símbolos y sonidos de los 80s son los que se llevan mayor parte de la atención. ¿No me crees? Esta atmósfera retro está cada vez más y más presente, en todos los géneros. Para tratar de convencerte quiero enumerar sólo algunos de los trabajos que van en este sentido:
1.-Tranquility Base Hotel & Casino de Artic Monkeys
2.- Lana del Rey (as fuck, evidentemente)
3.- IGOR de Tyler. The Creator
4.- Randoom Acces Memories de Daft Punk
5.- JUNK de M83;
6.- Blood Orange
7.- Lizzo
8.- Kali Uchis
9.- Chromatics
10.- Lost Girls de Bat For Lashes
11.- The 1975
12.- In a poem Unlimited de U.S. Girls
13.- The suburbs de Arcade Fire
14.- Declan McKenna
15.- Titanic Rising de Weyes Blood
Desde lo alternativo a lo popular. Los ochentas (y en general, lo retro) están rehabitando el siglo XXI, y en los últimos años este proceso se intensifica ¿Por qué? ¿Acaso aquella década fue la panacea? ¿Nos hemos quedado sin capacidades creativas reales?
Contestaré primero la segunda pregunta: Definitivamente no. Si bien gran parte de la industria musical está creando trabajos inspirados en otras décadas, y otra gran parte está creando basura postEDM, la verdad es que existe un gran número de artistas que están creando un ambiente de la industria musical sin precedentes: la desdibujación de los géneros, artistas como Billie Eilish, FKA Twigs, Rosalía, Arca, y un largo etcétera. Quizás detalle más sobre esto en algún otro texto, pero la verdad es que nos encontramos en un momento muy interesante para música en general, pero en especial para la popular. Aún más, aquí sostendré que este regreso retro no es sólo un paliativo a la falta de creatividad, sino que de hecho requiere de verdadera creatividad, y no se limita a la reproducción de arquetipos ya usados.
Ahora, el nodo de todo esto, y para eso la segunda pregunta: ¿en verdad los ochentas, o el pasado en general, era la panacea y lo dejamos pasar desapercibido? Los ochentas: las coca colas y los vestidos, las contraculturas, los roadtrips en el desierto, Los Ángeles y Las Vegas, la energía nuclear, el triunfo del capitalismo,. La mirada retro de la música toma todos estos símbolos, que en suma son los de la promesa del futuro, de la existencia segura de un futuro. Así dicho, uno podría encontrar hasta grosero la añoranza a eso, y con los pendientes que aún tenemos: la cantidad loca de desechables, la aspiracionalidad demente y destructiva del automóvil, la institucionalización de la violencia de género. Sí, romantizar a los ochentas podría parecer una apología a los grandes problemas de nuestra época. Finalmente, fue ese modo de vida, el triunfo de esos iconos, los que permitieron la devastación ecológica que nos tiene al borde, que permitió la segregación de las minorías, la depredación sexual sobre las mujeres y el renacimiento de las xenofobias; esto al no tomarse en serio los problemas y dilemas, como se hizo en cierta forma en la posguerra de los 50s. No existieron los procesos de reflexión necesarios sobre el modelo de vida al que se aspiraba. Estaban cool, estaban relajados, para qué agobiarse. Mientras tanto, el mundo no-occidental era forzado a abrazar a ese modo de vida, la colonización se prolongó y el silencio se cirnió sobre todos hasta que unos aviones se estrellaron, luego la guerra, los desplomes financieros, Trump, Bolsonaro, el abandono del campo, el incendio del Amazonas. Se acaba la segunda década del siglo XXI y todos lo sabemos. No debimos relajarnos tanto, en los países post-colonizados debimos escuchar más, quizás al comandante Marcos, quizás a nosotros mismos. ¿Y los occidentales? Vaya, los occidentales...
Ahora que es más claro que debimos escuchar a una mayor diversidad de voces y que existe una melancolía generalizada la constante es un regreso, un regreso a distintas tradiciones, a distintas épocas y lugares. ¿Pero qué es este regreso constante, ya sea a los 80s, ya sea al flamenco (El Mal Querer), al jazz (To Pimp a Butterfly) o a otras tradiciones desplazadas del centro (en latinoamérica Musas, Norma, el fenómeno del reggeatón mismo, también tema para otro texto)?
Estos clamores de melancolías y de reivindicaciones son el aullido languideciente de nuestra época. Cuando Declan MacKenna usa la imaginería de los noventas en Kids Don’t Wanna Come Home le agrega la problematización de la diversidad. Cuando Lana del Rey proclama su himno en The Greatest le agrega la ansiedad del calentamiento global. La música de nuestro tiempo es melancólica, sí, pero no romántica. Añora ese pasado, pero sabe que el pasado encierra nuestros errores como especie. “Modernity has fail us” desfallecen The 1975 al condensar la experiencia contemporánea en Love It If We Made It. Lo amaríamos si nosotros lo hubiéramos hecho, pero resulta que así fue. Nosotros lo hicimos. Bueno, quizás esta frase no es tan justa para mi generación, finalmente nacimos cuando esto ya estaba bien en marcha, pero somos los menos. Y para el caso, todos sabemos lo mismo: en ese pasado se encuentra el problema, pero también la única oportunidad de remediarlo. Es imposible, pero el arte no se trata de posibles. Lo que hace la música al construirse sobre esos iconos es problematizar ese pasado, en medio de sintetizadores aullar por la dignidad de todas las personas, por la injusticia de la desigualdad, calmarnos humanos. Es decir: reescribe la historia. Pone en marcha las discusiones que debieron tomar lugar hace treinta años. Es realmente fascinante. Nuestras esperanzas más locas están puestas sobre lo imposible; estamos enojados con ese pasado, y sin embargo le queremos tanto porque finalmente fue ese lugar seguro en el que crecimos. Mi infancia está repleta de idas a los centros comerciales, y mi vejez sólo tiene la seguridad del colapso, de la ausencia de pensiones como mínimo. Sí, a mí también me gustaría volver y hacer las cosas distintas. La melancolía es ahora la apuesta por un futuro mejor. Sabemos que no podemos quedarnos allí, pero es un paso importante, debemos reescribir nuestro pasado. La música lo está haciendo excepcionalmente al dejarse quebrar, desdoblarse y repensar el pasado, otras voces.
Algo similar sucede con la industria cinematográfica y la explosión de remakes. La diferencia entre la industria musical y la cinematográfica radica en el papel que ha tenido el internet para democratizar la primera, a que se encuentre más abierta a que de vez en cuando un fenómeno independiente comience a dictar nuevas reglas; en cambio, en el cine, las reglas aún no se las podemos arrebatar ni una vez a las grandes corporaciones. Los remakes cinematográficos son una jugada sucia, apelan a la melancolía más burda sin problematizar nada, por eso por más CGI que tengan son anacrónicos. Aunque también existen grandes piezas en esta misma atmósfera, suelen ser las menos determinantes para la cultura popular. Quizás La La Land es la gran excepción (otras grandes piezas, aunque no tan populares que podría catalogar en los mismos ánimos son: Mid 90’s, The Florida Proyect, Lady Bird, I Tonya) . En la industria cinematográfica esa melancolía, así trabajada, parece tener el propósito y efecto opuestos: en lugar de reescribir la historia poniendo los puntos sobre las íes, trata de hacernos olvidar el resquebrajamiento, que esas íes están pendientes. En cualquier caso, el fenómeno no se limita a la música, me parece que de hecho esa melancolía por esos pasados es una forma de condensar el dilema existencial de nuestro tiempo:
Queremos tener el futuro que se tenía en los 80s. Queremos tiempo,.Pero no podemos, y si las cosas no hubieran llegado a lo que hoy no estaríamos aquí, deseando esto. No podemos, sobre todo. Entonces sí ¡Oh boy, cómo la cagamos! Todos lo sabemos, y la música lo está gritando más fuerte que nunca antes. Así que goza el glitter, goza el luto por David Bowie, los converses que uso mientras escribo esto. Nos queda la melancolía, y el gozo.
https://open.spotify.com/playlist/0XwLvb8B7muKcS64eIOtey?si=L5kV3nfZQhSQdBRgtBwG8g
Kommentare