De un abismo al otro
- Roberto Atacama
- 13 ene 2019
- 1 Min. de lectura
La palabra no funciona, del volcán a la playa, o de Cortázar a tu tía. Como mi madre, que se queda sin memoria por no usar sus lentes, rebuscamos en una manta las señales, cicatrices y manchitas en la piel que nos puedan dar un nombre. Soy mexicano, me repito antes de levantarme, soy mexicano y mi idioma es el español, soy mexicano y mi idioma es el purépecha, podría decir si me levantara en otra cama. Todos mis labios son esdrújulos y no conozco la península. Entre dos océanos, no hay nomenclatura correcta, y, templado, ofrezco mi boca. El lugar lo marca la equis, una ciudad sin forma y sus xoloscuincles enterrados. Alguna vez visité una pirámide en el final del abecedario, arriba del desierto no hay pablara que sobreviva, lo único que se postraba era el silencio: arrasaron con los chichimecas.

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