Sinécdoques haitianas
- Roberto Atacama
- 23 sept 2018
- 3 Min. de lectura
I
Desperté y no había un yo,
sino un nosotros.
Y no había tiempo,
sino los siglos de nuestra edad
y los sueños de los pasados, leyendas de los futuros.
No había líneas en el mapa,
sino lazos de sangre y dolor y esperanza.
Desperté,
o mejor dicho:
despertamos.
Miramos a los océanos y las temperaturas, y miramos nuestros cuerpos
y al tabaco que exhalamos.
Miramos a la Tierra y sus frutos.
Nos erguimos.
Por sobre las faldas de las montañas y los desiertos
nos erguimos.
Cuerpo de ave y restos de estrellas en el corazón.
Abrimos los ojos en este viejo
y nuevo mundo.
En este prolapso de espejos y censura en nuestras manos.
Desnudos.
Nos desnudamos para entendernos,
y si no,
acaso amarnos, así,
sin coherencia ni por qué alguno.
Tan sólo porque somos,
y de eso trata todo.
Somos.
Le miré a los ojos:
nos miramos frente a frente,
a través de las pupilas
y de la existencia entera.
II
La soledad pulsaba en sus lenguas verdes y en las sábanas de aire.
Tomamos el compás del bulbo, la sangre, este corazón.
Bum>bum y tantas negras aves nos volaron a un sueño.
Sueño de gigante y fracaso: estamos en sus escombros.
Tomamos las piedras y polvos. Dolía y granate
y quemaron nuestras palmas.
Cuchichumba del calor y de un sueño
(otro).
Otro, más lejano, más fantasma:
raíces de otro continente.
El oscuro del inicio y marasmo de huracán: indio neón, cruz y negro.
Dos océanos guardianes.
Camarón y pesca, la noche y el día,
marea y peñasco mugroso.
Dos, uno, cero,
y nos acabamos
el cielo y el sueño
(aunque este nunca se acabe).
Estábamos de nuevo en el suelo,
por sobre las tierras y los arroyos.
Ciudad Bulbo:
no pudimos evitarlo.
Nos desnudamos, nos besamos (agaves), nos entregamos,
gritamos la fisura (colibríes, holocausto),
tomábamos el cuerpo,
nos enjugábamos el orgasmo.
Y entre el arroyo y el tinto,
entre la vereda de polvo y el cemento
la cruda sangre brotó de nuestras bocas (estómago y rostro)
Entonces pudimos lavarnos y las aguilillas nos redimieron la pulcritud.
Magia de lo africano y bayas rojas.
Vulture arcano
vedado como veneno y daga y símbolo de truenos:
flora y cielos y ofrendas, perfume del terror,
tocado de éter del barranco y flujo seminal del universo.
Ni gusanos ni morgue: lucha del que ignora y victoria del latido:
toda la hierba huele a mezcla, todo pescado sabe a dos por dos.
Mango cristal y canciones separatistas.
Pobre ciudad Bulbo (dijimos),
te han atribulado antes y mañana.
Con bofetón nos contesta: ¿qué no ves? , sigo palpitando.
Trasciende lo sicario,
guerrillero toporingo bailando al moccha capuchino.
Tomamos nuestro impulso
(aquí si nos dejaron):
sentimos al meollo de la palma, capibara
y cientos de ceniceros.
Vergüenza de las flores.
Sentimos el hambre y Mercurio en las palmas
(noche y día).
Río de luces, metrallas lejanas que nos arrullan
y dulzores desnudos,
belleza de las confabulaciones prometidas al Cristo.
En el día un musgo, estribillo violento y rostro
(esperpento).
Nos aletargó el ala del mialgro
y la sangre siguió brotando, pero ahora por dentro.
III
Una flor regó los aires y viajó hasta a las calzadas de sus pechos.
El sabor a sal y piel y tucán
envolvió los discos de estrellas, manto de plumas innocuas.
El frio exhaló la voz de mujer y del cerro.
Así que estábamos en el espejo, arenas y perlas:
salto de alpaca que engulle la vorágine.
Los ángeles de moho y barro contra los demonios de luz.
(la luz es una forma de ceguera)
El hijo de Saturno intentó tomarnos de la mano,
el cóndor expiró su intento.
El sexo se nos despierta y palpita, el fruto del edén es el plátano.
Salió victorioso ante la papaya, el melón y el aguacate:
la penetración es más violenta.
Holograma y sabor
y árbol descendencia. De cualquier manera,
es de nuestra entraña,
y por nuestra no me refiero a nuestra,
sino a que nosotros le pertenecemos.
El color es un precioso joven que entrega sus nalgas.
Volvemos con la flor blanca, porque todo inicia con lo que acaba,
y entonces lo haremos
con una penetración forzada de por medio.
Lo interesante es: ¿penetración forzada a qué?
R= luz, impúdicas mentiras, océano por enemigo, líneas de fuego.
Fuimos desierto y bosque de setas,
raíz que arrasa y ojos que vuelan y la rompen y la niegan,
aunque en la nariz esté inscrita la piedra y la playa.
Descalzos y orgasmo.
Fuimos esa flor que regó los aires,
blanco maraña del celeste y el bermellón,
el magenta, el cobre, lo verde.
Y ahí estábamos:
mirándonos las pupilas
a través de los colores del blanco, que no los anula, los consagra.
Ante la incertidumbre.
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